Palma africana: entre el amor y el odio
La palma africana es quizás el cultivo lícito más controversial de las últimas décadas en Colombia, por la asociación que se le ha hecho, injusta en la gran mayoría de los casos, con fenómenos paramilitares, de desplazamiento forzado, de concentración de tierras y de degradación ambiental.
Si bien existe evidencia en algunos casos puntuales, en los cuales grupos al margen de la ley han promovido la explotación de la palma africana como fachada de su actividad ilegal, esto no es motivo suficiente para satanizar una actividad agropecuaria que indudablemente ha generado importantes réditos a la economía nacional. Esta actividad ha sido también asociada con la apropiación de tierra baldía, pero no por prácticas ilegales de unos pocos se puede generalizar a todo un sector de la economía agropecuaria. Situación similar han sufrido otros sectores de la economía nacional y no por esta razón deben tratárseles como parias.
En lo referente al tema ambiental, la discusión ha trascendido de un espectro sociopolítico a instancias de escenarios académicos. Es indiscutible que el establecimiento de plantaciones de palma africana, sin seguir criterios de sostenibilidad, genera una degradación ambiental, por cuanto supone una pérdida de las comunidades biológicas mediante una clara afectación a nivel de la ecología del paisaje. No obstante lo anterior, es perentorio no generalizar que todas las plantaciones de palma africana en el país generan esa pérdida desmedida de la biodiversidad. Para darle claridad al tema, cabe ejemplarizar esta situación: supongamos que en una finca de 10,000 ha de terreno que opera productivamente en los llanos orientales desde hace más de 50 años bajo un sistema de ganadería extensiva, se decide hacer una reconversión para constituirse en una plantación de palma africana. Al establecerse un cultivo de palma africana bajo estas condiciones, es decir en terrenos previamente degradados, ¿se está promoviendo la degradación ambiental?, o por el contrario, ¿se están creando condiciones ambientales y paisajísticas favorables para algunas comunidades biológicas y para disminuir el calentamiento global y favorecer la captura de carbono?
Bajo este orden de ideas es muy diferente el impacto ambiental que genera el establecimiento de una plantación de palma africana en bosques, selvas y sabanas nativas, que el efecto que puede llegar a generar cuando éste se establece en terrenos históricamente degradados. Es claro entonces, que si se tumban bosques de galería para sembrar palma africana se afectan comunidades biológicas así como el flujo de nutrientes del suelo, pero si en vez de criar ganado de forma extensiva se siembra palma africana el efecto puede interpretarse incluso como una remediación ambiental.
Una perspectiva radical podría sostener que en búsqueda de esa remediación ambiental se deberían sembrar árboles nativos, lo cual evidentemente desde ámbitos científicos no tiene discusión. Lamentablemente, desde el punto de vista socioeconómico y bajo los recientes resultados producto de iniciativas que promueven la venta de bonos de carbono, la realidad es que la palma africana genera mayor empleo y desarrollo para la región donde ésta se establece.
Es precisamente la generación de empleo (directo e indirecto) uno de los baluartes que puede exhibir esta actividad dentro del espectro agropecuario nacional; incluso bajo sistemas de asociatividad en la cual el pequeño productor aporta su propiedad para conformar una mayor extensión productiva y beneficiarse así de las bondades de la economía de escala.
En búsqueda de un equilibrio que aporte beneficios ambientales (o menor impacto ambiental si se quiere asumir una postura más purista), sociales y económicos, se podría promover la disminución de las grandes extensiones usadas por las haciendas ganaderas, mediante la implementación de sistemas ganaderos de producción intensiva y, de esta manera, reconvertir parte de estos terrenos a plantaciones de palma africana (forestales o de caucho, de acuerdo a la infraestructura y a las condiciones agroambientales de cada región). Lo anterior permitiría mayor productividad, generación de empleo y remediación ambiental por unidad de área.