Cabalgatas, tradición ancestral
Las cabalgatas son una de las herencias culturales más importantes de la época de la colonia en nuestro país. En aquel entonces, los caminos de herradura (al igual que las rutas fluviales), eran los principales conectores entre poblaciones que a diario se transitaban a lomo de mula o a caballo para permitir el comercio de productos y el paso de viajeros. El país se encontraba surcado con caminos de herradura a lo largo y ancho de su territorio de los cuales aún se conservan algunos.
Desde un tiempo atrás, la afición por las cabalgatas se ha incrementado notablemente. Grupos de caballistas se organizan para aprovechar éstos y otros caminos, disfrutar de bellos paisajes y liberarse del estrés. Sin importar la edad, grandes y chicos disfrutan del placer que ofrece montar a caballo; así crece diariamente esta práctica con múltiples empresas que ofrecen paquetes para fines de semana y puentes festivos.
Las cabalgatas también son tradicionales en ferias y fiestas en gran parte de los municipios de Colombia. Por lo general, se prepara una cabalgata que da el inicio oficial a las mismas teniendo un par de significados según historiadores; el primero es la exaltación de la figura del caballo que tanto contribuyó a la vida de nuestros antepasados e historia del país y, el segundo, un homenaje a nuestros ancestros que, para poder asistir a las festividades, se valían de su caballo como medio de transporte.
Con diferentes pasos, el caballo es el fundamento de esta práctica, razón por la cual es importante saber que, de un buen caballo, depende tener una buena experiencia. Los más recomendables son los trochadores, pues llevan al jinete suavemente y pueden recorrer largas distancias sin mostrar una fatiga significativa. Los caballos de paso fino y el trotón galopero son más utilizados en distancias cortas o exposiciones, dado el agotamiento que sufren. El trotón galopero puede aguantar un poco más y hay quienes gustan de cabalgar en ellos, pero, para quien no es muy diestro en el arte de montar, se recomienda que lo haga en un caballo trochador.
Los atuendos también son importantes, pues viene con ella la compra del sombrero, los zamarros, las chamarras, las botas, la fusta, y más. Cabe resaltar que los zamarros son una tradición colombiana en donde son obligatorios en competencia; antiguamente su función era proteger al jinete del barro, patadas, mordiscos de otros caballos y la maleza en los viajes, luego se hicieron más largos para lucirlos en competencia y realzar la imagen caballo-jinete, convirtiéndose en parte de integral del arte de la chalanería criolla. Las chamarras también cumplen con esta función y son un poco más cómodas, pero son prendas que hemos adoptado de otros países.
Con respecto a las monturas y aperos, encontramos gran variedad en estilo y colores que mejoran la figura del caballo y del jinete. Una buena montura hace que caballo y jinete se sientan cómodos y creen una simbiosis que se va afianzando a lo largo del camino. Los aperos deben estar completos para proteger al caballo en todo su conjunto, desde su boca hasta su físico, ya que un mal apero o montura puede hacer que el caballo se sienta incómodo y no se comporte de manera natural.
Finkeros felicita a todos los caballistas e invita a quienes no lo han hecho a que participen de una cabalgata y vivan una de las mejores experiencias de su vida.
Finkeros.com, el portal de las fincas.
Muy buen texto. Las cabalgatas permiten también disfrutar de los maravillosos paisajes de Los Andes colombianos además de su diversa fauna y flora. Sin contar con la oportunidad de degustar el néctar anisado y el zumo de la cebada mientras sujeta las riendas del equino.