La visibilidad del agro
Desde niños nos enseñaron que sin campo no hay comida y que debemos agradecerle a los campesinos por el alimento que llega a diario a nuestra mesa; pero en contradicción con lo anterior, nuestra educación básica siempre asoció lo campesino y lo rural con la falta de educación y de progreso. De tal forma que, en las bases de nuestra educación primigenia, por un lado se le daba reconocimiento e importancia al agro, pero por la otra se le confería un halo denigrante.
Podría asegurarse que lo anterior es producto del proceso de urbanización acelerada que la coyuntura política y socioeconómica generó en nuestra región. Podría decirse también que la misma historia universal plantea una migración de lo rural a la industrialización y que lo anterior no es más que el proceso natural que deben experimentar todas las sociedades modernas. Pero, ¿acaso la historia no se ha encargado de enseñarnos que no debemos recorrer los caminos errados por otras sociedades?
Lo más lamentable es que como consecuencia de este fenómeno, el agro perdió la visibilidad que merece, por esto contamos actualmente con políticas agrarias ineficientes para solucionar los problemas estructurales de este importante sector de la economía. Esta falta de visibilidad no sólo se evidencia en ámbitos políticos y estatales sino a nivel de los medios de comunicación y dentro de los grandes tomadores de decisiones. En nuestra sociedad es habitual la premisa que sostiene que del agro solo se acuerdan en época electoral, para posteriormente echarlos en el cajón del olvido.
Pero los tiempos han cambiando, en la actualidad, cuando soplan vientos que posicionan la seguridad alimentaria como una estrategia determinante para la humanidad, es cuando la mirada de las sociedades modernas ha vuelto a contemplar la posibilidad de darle al sector agropecuario el estatus que se merece. Nuestra sociedad se ha percatado que el campo es el depositario, no solo de la fuente alimenticia, sino de los recursos naturales que determinan en gran medida nuestra permanencia en este planeta.
Así que, seremos testigos prontamente de como el campo será el elector de gobernantes y el determinador de políticas de Estado. Es ahora, cuando los finkeros debemos asumir la capacidad de elegir los verdaderos líderes que representen nuestros intereses y de esta forma ser autodeterminadores de nuestro futuro. Atrás quedaron los abusos de políticos y de centros de poder que prometían beneficios que se esfumaban cuando la espuma electoral se asentaba.
Finkeros, comprometámonos con nuestras regiones y nuestras fincas. De nosotros depende alcanzar el horizonte que siempre anhelamos.
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