La FAO contra la degradación de suelos
América Latina y el Caribe tienen las reservas de tierra cultivable más grandes del mundo, por lo que el cuidado y preservación de sus suelos es fundamental para que la región alcance su meta de erradicar el hambre, señaló la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) durante el lanzamiento regional del Año Internacional de los Suelos 2015 (AIS)en Santiago de Chile.
La FAO ha sido encargada de implementar el AIS en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo y en colaboración con los gobiernos y la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD).
Según la organización, los suelos saludables están en la base de la agricultura, la producción de alimentos y la lucha contra el hambre, y también juegan un rol como reservorios de la biodiversidad. Además, forman parte del ciclo de carbono, por lo que su cuidado es necesario si se quiere mitigar y enfrentar el cambio climático.
“Es esencial mantener un cuidadoso balance entre la necesidad de preservar nuestros recursos naturales y expandir nuestra producción de alimentos. El Año de los Suelos justamente busca generar esta conciencia”, explicó Eve Crowley, Representante Regional Adjunta de la FAO.
Peligrosa degradación
A pesar de su gran importancia, la salud de los suelos enfrenta constantes y crecientes desafíos. De acuerdo con datos de la FAO, el 33 por ciento de las tierras del planeta están degradadas, sea por razones físicas, químicas o biológicas, lo que se evidencia en una reducción de la cobertura vegetal, la disminución de la fertilidad, la contaminación del suelo y del agua y, debido a ello, el empobrecimiento de las cosechas.
“El hecho de que los suelos no son un recurso renovable hace que su preservación sea un reto todavía más urgente: un centímetro de suelo puede demorar unos mil años para formarse y este mismo centímetro puede ser destruido en solamente algunos minutos por causa de degradación debido a un mal manejo”, explicó Crowley.
El 14 por ciento de la degradación mundial ocurre en América Latina y el Caribe. Esta situación es más grave en Centroamérica, donde afecta al 26 por ciento de la tierra, mientras que este fenómeno afecta al 14 por ciento de las tierras de América del Sur. Cuatro países de la región tienen más del 40 por ciento de sus tierras degradadas y en 14 países la degradación afecta entre el 20 y el 40 por ciento del territorio nacional.
La degradación de los suelos tiene un impacto negativo en muchas de sus funciones críticas para la producción de alimentos y para la provisión de servicios ecosistémicos y sus principales causas incluyen la erosión hídrica, la aplicación intensa de agro químicos y la deforestación.
Para la FAO la degradación también está asociada con la pobreza. Un 40 por ciento de las tierras más degradadas del mundo están en zonas con elevadas tasas de pobreza. Los agricultores pobres tienen un menor acceso a la tierra y al agua, trabajando suelos de mala calidad y con una alta vulnerabilidad a la degradación.
Crecimiento de la agricultura
Desde 1961 a 2011, la superficie agrícola en América Latina y el Caribe aumentó de 561 a 741 millones de hectáreas, con la mayor expansión ocurriendo en América del Sur, donde creció de 441 a 607 millones de hectáreas. Cerca del 47 por ciento de las tierras cultivables de la región se encuentran cubiertas por bosques, pero esta cifra se está reduciendo producto de la expansión de la frontera agrícola.
La FAO sostiene que a nivel mundial, el 12 por ciento de la tierra se utiliza para cultivos agrícolas (1,6 billones de hectáreas); el 28 por ciento (3,7 billones de ha) corresponde a bosques de uso forestal; y el 35 por ciento (4,6 billones de ha) corresponde a pastizales y otros sistemas boscosos.
Durante 2015, la FAO trabajará con los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y todas las partes interesadas para alcanzar el reconocimiento pleno de las importantes contribuciones de los suelos a la seguridad alimentaria, la adaptación al cambio climático, los servicios esenciales de los ecosistemas, la mitigación de la pobreza y el desarrollo sostenible.
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