Zoocría en Colombia: ¿Es sostenible y garantiza la conservación de las poblaciones naturales?
Por Mongabay Latam / Guillermo Rico
En Colombia, la zoocría se ha enfocado tradicionalmente en programas de producción de babillas y caimanes, y a menor escala en iguanas, boas y otras especies como escarabajos, mariposas, ranas, peces tropicales y serpientes venenosas.
La legislación colombiana establece que los zoocriaderos comerciales deben devolver cada año el 10 % de lo capturado durante 10 años para completar así el 100 % de lo extraído al medio.
“En vida libre menos del 5 % de las mariposas llega al estado adulto por el ataque de depredadores naturales. Con la zoocría que implementamos el 80 % lo logra, ya que se proporciona alimento y protección”, asegura Vanessa Wilches, gerente de Alas de Colombia, un zoocriadero de mariposas en el Valle del Cauca.
El aprovechamiento de la fauna silvestre en Colombia está enmarcado con los lineamientos de acuerdos internacionales. Precisamente, el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) contempla el uso de recursos biológicos de tal forma que no se genere su disminución a largo plazo. De igual modo, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) considera que el comercio de especímenes puede favorecer a la conservación de especies y promover el beneficio económico para la población local.
De acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia (MADS), en el país la explotación de la fauna silvestre con fines comerciales ha tenido, desde el siglo XIX, un fuerte impacto sobre las poblaciones naturales, particularmente sobre aquellas con una fuerte demanda en los mercados mundiales. La zoocría en el país fue concebida principalmente para crear nuevas alternativas para el manejo de la fauna silvestre y reunir esfuerzos para beneficiar a las poblaciones marginales bajo un criterio de sostenibilidad.
Si bien es cierto que desde 1981 Colombia forma parte de la CITES, fue con la expedición de la Ley 611 del 2000 que se permitió aprovechar la fauna silvestre a través de cosecha directa del medio natural o mediante el establecimiento de zoocriaderos de ciclo abierto, como los de mariposas.
El ciclo abierto se basa en el aprovechamiento de huevos, neonatos y juveniles de especies silvestres en su medio natural para luego ser incubados, criados y/o levantados en un zoocriadero hasta alcanzar un tamaño comercial. En contraste, la zoocría en ciclo cerrado supone un plantel reproductor manejado en un zoocriadero con el fin de obtener ejemplares para ser criados y levantados hasta alcanzar un tamaño comercial. En Colombia y otros países algunos sectores han promovido y sugerido que, en aras de lograr un modelo sostenible, se pase del zoocriadero en ciclo cerrado hacia el del ciclo abierto.
Desde hace décadas estudios gestados por un grupo de especialistas en cocodrilos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza han propuesto otras formas de manejo, diferentes a las de la zoocría de ciclo cerrado, en las que se alcanzarían mayores niveles de sostenibilidad y conservación: el ciclo abierto, en el que los ecosistemas se encuentran integrados a los recursos; y el ciclo mixto, en el que se permite integrar comunidades, definiendo mecanismos de conservación y rentabilidad de producción.
El zoocriaderista y experto en manejo de fauna silvestre Iván Lozano considera que “puede haber zoocriaderos abiertos que afecten enormemente a las poblaciones naturales por desconocimiento o falta de control, al igual que zoocriaderos cerrados que hagan lo mismo”.
En esto coincide María Piedad Baptiste, investigadora del Instituto Alexander von Humboldt (IAvH), quien dijo a Mongabay Latam que antes de evaluar el tipo de ciclo del zoocriadero es necesario “contar con herramientas que permitan evaluar cómo la toma de decisiones afecta a las poblaciones silvestres”.
En todo caso, la zoocría deber contribuir a la conservación de especies silvestres al mantener un stock de reproductores en cautiverio que potencialmente, a través de sus crías, garantice un tamaño viable de la población en condiciones de libertad. Cabe anotar que en este sentido la legislación colombiana establece que los zoocriaderos comerciales deben devolver cada año el 10 % de lo capturado durante 10 años para completar así el 100 % de lo extraído al medio.
El problema radica en que, según un estudio del IAvH, no hay certeza de que se esté garantizando la conservación de las poblaciones naturales por parte de la actividad de la zoocría en Colombia.
Lo anterior reviste especial importancia, sobre todo cuando especies como el caimán aguja (Crocodilus acutus) tienen en Colombia limitaciones para la recuperación de sus poblaciones naturales. Por otro lado, en Colombia al menos 80 especies de peces dulceacuícolas se encuentran en alguna categoría de amenaza.
Cambio de paradigmas
En Colombia la zoocría se ha enfocado tradicionalmente en programas de producción de babilla (Caiman crocodilus crocodilus y C.c.fuscus) y caimán (Crocodilus acutus), y a menor escala en la producción de iguana (Iguana iguana), lobo pollero (Tupinambis teguixin), boa (Boa constrictor ssp.), chigüiro (Hydrochaeris hydrochaeris) y otras especies como borugo (Agouti paca), escarabajos (Dynastes hercules), mariposas, ranas, peces tropicales y serpientes venenosas.
Según Lozano “las especies con ciclos biológicos cortos son más fáciles de manejar en cautiverio con fines de zoocría”. Pequeños vertebrados como ranas e invertebrados como mariposas y escarabajos son ejemplo de especies que pueden arrojar resultados positivos en un tiempo más corto.
Para el IAvH, el mercado de mariposas vivas a nivel mundial representa más de 5 millones de dólares al año. Este negocio tiene un gran potencial en Colombia si se tiene en cuenta la gran diversidad de mariposas en su territorio, al menos 3019 especies, que representan el 61,9 % de las mariposas existentes en el Neotrópico. Dentro de esta enorme diversidad de lepidópteros, la mariposa búho (Caligo memnon), la mariposa malaquita (Siproeta stelenes) y las mariposas del género Morpho son algunas de las que revisten interés para el biocomercio.
Además de que las cifras resultan atractivas para cualquier inversionista, el modelo en el que se ha planteado la explotación de mariposas en Colombia no riñe con la sostenibilidad del sistema. Este consiste en conservar el hábitat natural de las especies para poder garantizar su reproducción y la viabilidad de la población.
Pero no todo resulta tan sencillo para los zoocriaderos de especies de ciclos cortos. “Desafortunadamente el sistema normativo y de control y seguimiento hace que los proyectos con estas especies no sean generalmente viables, ya que las normas y plazos que los regulan hacen que el proceso de seguimiento y emisión de permisos sea muy lento”, sostiene Lozano a Mongabay Latam.
Estas limitantes fueron las que tuvo que enfrentar hace más de una década Vanessa Wilches, gerente de Alas de Colombia, un zoocriadero de mariposas en el Valle del Cauca (occidente del país), para desarrollar un modelo sostenible.
“En vida libre menos del 5 % de las mariposas llega al estado adulto, por el ataque de depredadores naturales. Con la zoocría que implementamos el 80 % lo logra, ya que se proporciona alimento y protección,” asegura Wilches.
Bajo este sistema de zoocría se contribuye a la conservación de las especies. “Trabajamos en repoblación, devolución al medio y aprovechamiento comercial sin ir en contra de las especies. La zoocría implica manejo de agricultura orgánica, cero químicos e insecticidas y prácticas positivas de manejo ambiental, como la prohibición de quemas, reforestación, mantenimiento de quebradas y todo lo que se relacione con impacto ambiental positivo. El cambio de mentalidad y cultura de la población ha sido lo más notorio”, sostiene Wilches.
Adicional a este efecto positivo sobre el hábitat natural, este modelo de explotación trabaja con las comunidades locales. “La comunidad es la base clave de nuestra empresa”, asegura la gerente de Alas de Colombia. La empresa ha involucrado a familias locales dentro del proceso de producción. “Toda la producción se lleva a cabo con miembros de la comunidad previamente capacitados por nosotros. Ellos trabajan desde sus casas en alianza estratégica con Alas de Colombia”, explica Wilches.
Sostenibilidad en entredicho
A pesar de algunas experiencias en zoocría que parecieran vislumbrar la sostenibilidad del sistema, varios estudios del MADS y del IAvH han coincidido en la necesidad de generar indicadores. En efecto, Baptiste sostiene que estos son claves “como herramientas que permitan evaluar de qué forma la toma de decisiones afecta a las poblaciones silvestres”.
Sin embargo, en opinión de Julio González, docente de la Universidad de la Salle, “la herramienta diseñada para la conservación de especies no funcionó, nunca se puso en práctica, quizá por razones técnicas y presupuestales, pues la reintroducción de especies silvestres a su hábitat natural no es tan fácil como parece y requiere mejor conocimiento científico y más recursos de lo pensado inicialmente”.
Estudios realizados por el IAvH, la Universidad Nacional de Colombia y la Contraloría Nacional de la República coinciden en que la falta de información es el mayor obstáculo para evaluar la sostenibilidad de la zoocría de babilla en Colombia. “Si no se tiene un seguimiento año tras año del comportamiento de estos indicadores en los establecimientos de zoocría, resulta muy difícil evaluar las debilidades y fortalezas de cada uno de ellos”, concluye un informe del IAvH.
Baptiste considera que para lograr que la zoocría en Colombia sea sostenible “se debe fortalecer el conocimiento sobre las especies en el medio silvestre y generar lineamientos e indicadores con los cuales se pueda hacer una gestión sustentable”. Claramente este esfuerzo debe ser conjunto, no basta con una gestión institucional.
En este sentido Lozano afirma que “los zoocriaderos deben generar información para el manejo y la crianza ex situ y la investigación con el fin de proteger el hábitat natural de las especies e inclusive llegar a hacer repoblaciones exitosas. Lo anterior depende de un esfuerzo enorme de investigación permanente para lograr resultados básicos a nivel biológico y ecológico, los cuales, después de décadas de zoocría en Colombia, brillan por su ausencia”.
Este panorama pareciera evidenciar falta de rigurosidad en la evaluación y el monitoreo que debe hacerse en el interior de los zoocriaderos en Colombia por parte del gremio y de las entidades correspondientes. Identificar especies promisorias, generar más información sobre estas y hacer un riguroso seguimiento parecieran ser parte de los desafíos que la zoocría colombiana tiene hacia la sostenibilidad.