Un libro sobre biodiversidad y conflicto
«El bosque adyacente a la cabaña presentaba un estado sucesional intermedio y poca intervención antrópica, con árboles de media altura, presencia de palmas y un estrato herbáceo compuesto principalmente por aráceas y una alta abundancia de epífitas. Una quebrada de aguas cristalinas, que atraviesa el bosque en toda su extensión, es la cabecera de lo que kilómetros abajo se conoce como el río Chitamena.
-Esto toca hacerlo con cuidado.
-Si. Instalar una red de niebla tiene su ciencia.
-Desenredar una de estas es un imposible.
-Yo creo que quedó bien ubicada. Justo al frente de la entrada del bosque.
-Bueno entonces, cada cuarenta y cinco minutos pasamos a ver qué ha caído.
-Por lo pronto, a buscar ranas.
Ese enclave montañoso tenía extensas manchas de bosque, particularmente en zonas de mayor pendiente, gracias a la poca fertilidad de los suelos, alta humedad y cincuenta años de conflicto armado. La pequeña cabaña de madera y teja de cinc estaba erguida en un pequeño repecho custodiado por rocas sobredimensionadas. La enramada no tenía baño, para eso estaba el paisaje. Dos pequeñas habitaciones, una cocina rudimentaria y un porche exterior conformaban la humilde vivienda. Era el lugar perfecto para tener a un secuestrado o, en su defecto, hacer levantamientos de biodiversidad.
-Oiga Alveiro, ¿por acá hubo mucha guerrilla?
-Uh, claro camarita. Guerrilleros del frente veintiocho de las Farc varias veces se quedaron en la casa.
-No fregués. ¿Y eso fue hace cuánto?
-Hace como cuatro años.
-¿Los sacó el frío?
-La décima sexta brigada de Yopal los sacó corriendo, pero no los acabó.
-¿Y entonces?
-Entonces, ¿qué camarita?
-¿Será que nos encontramos un guerrillero por ahí, mientras buscamos ranas?
-De pronto.
Lejos de todo, perdidos en el piedemonte. A tres horas de camino de un pueblo igualmente distante de cualquier esbozo de civilización. Cuando oscurece en el monte hay un ambiente especial, algo surrealista, ajeno a ojos urbanos. Es un cambio de frecuencia, de modulación. El canto de las aves es ahogado sutilmente por el croar de las ranas. Una tensa calma invade el cuerpo, sentirse observado desde los arbustos no deja de ser inquietante. Destellos brillantes se ven ir y venir entre la maleza. Pasos sigilosos e indescifrables por doquier, entre la hojarasca. Se percibe el viento que va de camino a estrellarse contra las alas elásticas de los murciélagos, que se aproximan ávidos al bosque para clavar sus estilizadas narices en la heterogeneidad florística o para engullir insectos como si fueran su última cena.
-Cayó el primero.
-¿Qué es?
-Es un Carollia.
-¿Especie?
-Debe ser brevicauda o castanea. Lo digo por la distribución. Pero después lo constato.
-Bueno. Pesémoslo y lo soltamos para que no se estrese.
-Listo.
-En esa bolsa se debe sentir como un secuestrado.
-Tiene el corazón a mil.
-Esta red de niebla hace las veces de una pesca milagrosa.
-Y nosotros de guerrilleros.
-Me dijo Alveiro que por acá se dejaban ver los muchachos.
-Seguro. En Yopal hace unos años no se podía salir de la ciudad porque lo secuestraban a uno. Yo conocí varios casos cercanos.
-No se puede dar papaya. Aunque ahora no es tan complicado como hace unos años. En tiempos del despeje del Caguán, para nosotros, los veterinarios, las ofertas laborales y las oportunidades de negocios escasearon.»
La presencia de los animales siempre será un desafío para el ser humano. Así se evidencia en estos cuentos en los que un orangután pone a prueba la prudencia, un perro la caridad, unas palomas el pragmatismo, unos pingüinos la cordura. Se debate sobre el bienestar animal, la conservación, la vida en el campo y el vínculo animal humano. Es, en definitiva, una profunda reflexión sobre la vida en compañía de animales.
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