Biofertilizantes
Los biofertilizantes emergen como una alternativa sostenible para garantizar la seguridad alimentaria a nivel mundial.
Los suelos saludables y productivos son fundamentales para lograr el desarrollo de una agricultura sostenible, por lo que permiten sustentar nuestros sistemas alimentarios, filtrar y regular el flujo de agua dulce, almacenar vastas cantidades de carbono y sostener a millones de organismos. Sin embargo, lamentablemente, los suelos del mundo están cada vez más presionados por la mala gestión en el uso de la tierra y por el cambio climático, entre otros factores.
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En este contexto, la adecuada nutrición de las plantas y la manutención de la salud del suelo son esenciales para la producción de cultivos y alimentos saludables que permitan satisfacer las necesidades de toda la población mundial futura. Las actuales estrategias de manejo de suelos dependen principalmente de fertilizantes inorgánicos de síntesis química, que, cuando son utilizados inapropiadamente, causan una seria amenaza para la salud humana y ambiental, además de que son, en la mayoría de los casos, recursos finitos. Contrariamente a esto, los biofertilizantes han sido identificados como una alternativa biotecnológica para aumentar la fertilidad del suelo y la producción de cultivos en la agricultura sostenible.
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La utilización de microorganismos benéficos como biofertilizantes ha adquirido actualmente una importancia capital en el sector agrícola, debido a su papel potencial en la seguridad alimentaria y la producción sostenible de los cultivos. Un biofertilizante es una sustancia o producto que contiene microorganismos vivos y que, al ser aplicado al suelo, las semillas o las raíces de las plantas, coloniza la rizósfera y promueve el crecimiento vegetal a través del incremento de la provisión o disponibilidad de nutrientes para la planta. Básicamente, un biofertilizante es un producto que contiene cepas seleccionadas de microorganismos benéficos del suelo o de la planta, cultivadas artificialmente en laboratorio y formuladas en soportes adecuados que mejoran la fertilidad del suelo y la productividad de los cultivos. En un sentido amplio, dicho término puede abarcar todos los recursos orgánicos que se utilicen de diferentes fuentes y formas para el crecimiento de las plantas, al estar disponibles para estas.
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Distintos microorganismos benéficos han sido utilizados como biofertilizantes desde hace mucho tiempo. El conocimiento de la aplicación de inóculo microbiano data de mucho tiempo atrás y pasa de generación en generación entre los agricultores. Comenzó con el cultivo a pequeña escala con la aplicación de compost, lo que demostró su capacidad de actuar como biofertilizante. Este efecto se reconoce cuando los microorganismos aceleran la descomposición de los residuos orgánicos y los subproductos agrícolas a través de diversos procesos que dan como resultado productos saludables.
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La historia comercial de los biofertilizantes comenzó con el lanzamiento de Nitragin por Nobbe y Hilther en 1895. A esto le siguió el descubrimiento del género Azotobacter, de las algas verdeazuladas y de otros microorganismos que se están utilizando hasta la fecha como biofertilizantes. Muchas veces, el término biofertilizante se confunde con el de fertilizante orgánico; sin embargo, técnicamente, hay una gran diferencia entre ellos. Los biofertilizantes son inoculantes microbianos que consisten en células vivas de microorganismos como bacterias, algas y hongos — solos o combinados— que pueden ayudar a aumentar la productividad de los cultivos. En dichos casos, las actividades biológicas son notablemente mejoradas por las interacciones microbianas que se establecen en la rizósfera de las plantas. Por el otro lado, los fertilizantes orgánicos son los que se obtienen de fuentes animales, como el estiércol animal, o vegetales, como los residuos verdes.
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Sabemos que las prácticas agrícolas son determinantes del nivel de producción de alimentos y, principalmente, las responsables del estado de nuestro medio ambiente. Por lo tanto, el escenario mundial actual exige no solo que la productividad de los cultivos sea aumentada para cubrir las necesidades de la creciente población, sino también que sea realizada de manera sostenible, de modo que prometa una mayor seguridad social, económica y ambiental. Para lograr tales objetivos, los investigadores deben esforzarse en identificar estrategias innovadoras para la productividad sostenible de los cultivos y en generar una mayor eficiencia de los insumos, además de asegurar la protección de los recursos naturales remanentes y de los agroecosistemas. No debemos olvidar que la sostenibilidad se basa en el hecho de que los recursos no deben utilizarse a velocidades superiores a la capacidad de la Tierra para sustituirlos.
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Fuente: https://repository.agrosavia.co/handle/20.500.12324/36976