El perro de la cocina que se extinguió
Las razas de perros en muchas ocasiones se desarrollaron para suplir las necesidades del ser humano. El perro de la cocina, que terminó por extinguirse, es un claro ejemplo.
Hace siglos en una cabaña cercana a un viejo castillo normando en Abergavenny, Gales, un pequeño perro trotaba en una rueda de madera para ayudar a la cocción de los alimentos. El hoy extinto Canis vertigus o turnspit era una parte esencial de la cocina británica en el siglo XVI. El pequeño perro era criado para que corriera dentro de una rueda que a su vez giraba un asador. Se le conocía también como el perro de la cocina, el perro cocino o vernepator cur (nombre latín para «el perro que gira la rueda»). La primera mención de este tipo de perro se dio en 1576 en el primer libro escrito sobre perros.
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En aquel entonces la gente, por influencia de los bretones, prefería cocinar la carne al fuego por lo que se requería de constante atención para estarla volteando. Inicialmente se utilizaba a niños para el oficio, pero por el ambiente chispeante nocivo para el ser humano, el perro de la cocina se hizo indispensable. La rueda estaba conectada a una cadena que hacia girar la parrilla, de tal forma que, corriendo como un hamster, el perro era el motor del asador. Este era visto como un utensilio más de la cocina.
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Pinturas de la época describen al perro como pequeño, de patas cortas, con cabeza pesada y orejas cortas. Usualmente presentaba pelaje grisáceo aunque había también ejemplares negros y rojizos. Los perros eran fuertes, capaces de trabajar por horas. Fue precisamente el reconocido zoólogo Carl Linnaeus quien los bautizó como Canis vertigus, nombre latín para perro mareado.
Este tipo de perro estaba muy arraigado en la cultura británica, hasta el punto que William Shakespeare lo menciona en su obra The Comedy of Errors, «curtailed dog fit only to run in a wheel» (perro corto apto solo para correr en una rueda). Charles Darwin también hizo referencia del perro, poniéndolo como un perfecto ejemplo de ingeniería genética.
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Pero no todo era trabajo de fuerza para el perro de la cocina. Los domingos se le permitía acompañar a las familias a la iglesia, donde hacía las veces de calentador de pies mientras se escuchaba la homilía. Para 1750 estos perros estaban ampliamente distribuidos en las islas británicas, pero alrededor de 1850 c0menzaron a hacerse escasos y ya en 1900 desaparecieron, con la llegada de pequeñas máquinas gracias a la industrialización. En sus últimos años de existencia, esta raza de perro terminó volviéndose un estigma de las familias pobres que no podían adquirir una máquina.
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Algunos ejemplares del perro de la cocina alcanzaron a llegar a América. Hannah Penn, esposa de William Penn, fundador de Pennsylvania, hizo solicitud expresa a Inglaterra por un ejemplar de este can. Igualmente la Pennsylvnia Gazette de Benjamin Franklin tenía anuncios de venta de perros de la cocina. Historiadores aseguran que este perro fue muy utilizado en el, famoso para la época, Statehouse Inn en Filadelfia. Pero para 1850 le llegaron quejas al fundador de la Society for the Prevention of Cruelty to Animals (SPCA) sobre los malos tratos que recibían estos perros en los hoteles de Manhattan.
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Con la llegada del siglo XX esta raza de perro dejó de criarse por lo que se extinguió definitivamente. Curiosamente, expertos en fenología aseguran que este humilde perro de trabajo se parecía a una de las más encopetadas de las actuales razas caninas británicas: el welsh corgi que ha acompañado por más de medio siglo a la reina Isabel II de Inglaterra.
Foto: https://dannwoellertthefoodetymologist.wordpress.com/2021/08/06/turnspit-dogs-a-now-extinct-enslaved-pet-that-fed-the-american-revolution/
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