Árboles en nuestras fincas: Chicalá
Quizás no hay nombre más sonoro de un árbol nativo como el del Chicalá (Tabebuia chrysantha), no en vano varios conjuntos campestres y desarrollos urbanísticos han adoptado orgullosamente su nombre. El Chicalá, también conocido como Guayacán amarillo por la coloración que toman sus hojas al final del verano, es un árbol que se distribuye hasta los 1,900 msnm, prefieriendo climas cálidos (25oC) y un régimen de lluvias de 500 a 3,000 mm. Esta especie maderable es bastante tolerante a la sequía y poco exigente en cuanto a calidad de suelo. Suele encontrársele en planicies o laderas de nuestras fincas, donde además ayuda al control de la erosión.
El Chicalá puede llegar a alcanzar una altura de 35 m y un DAP de 60 cm. Se sugiere plantarlo con espaciamientos de 8 a 15 m entre árboles. Es bastante apreciado como árbol ornamental ya que presenta raíces profundas; sin embargo, teniendo en cuenta que es un árbol caducifolio, se sugiere no sembrarlo a cercanías de piscinas, kioskos, zonas de recreación o desagües ya que en dado caso será necesario limpiar las hojas y las flores frecuentemente. En algunas fincas, y a pesar de que se trata de un árbol de crecimiento lento, también se establecen cercas vivas con esta especie.
Esta especie, además de ser mielífera, es maderable, por lo que es apreciada para ebanistería. Adicionalmente, en algunas regiones tropicales, se prepara un extracto a partir de la corteza del chicalá para el tratamiento del Paludismo.
Foto tomada en Honda, Tolima
Buen dato
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