Cecil y la locura colectiva
Desde que el dentista Walter Palmer dió muerte al león Cecil en un parque de Zimbabwe se han escuchado miles de voces indignadas frente al sacrificio de este emblemático animal. Varias personas han protestado al frente del consultorio del dentista en Minnesota disfrazadas de leones o portando letreros que piden la extradición de Palmer o le desean lo peor al aparentemente despistado e irresponsable cazador. No ha faltado quien pida además la exhibición de la cabeza del tirador en un trofeo de caza.
La noticia evidentemente ha dado la vuelta al mundo de la mano de activistas que promueven el bienestar animal. El hecho de que el animal sacrificado pertenezca a una especie carismática para el público (remember Lion King) ha hecho que todo crezca como una bola de nieve. Ha sido tal el impacto del insuceso que dentro de las numerosas protestas, hay quienes piden acabar con la cacería deportiva en reservas de fauna silvestre.
Lo lamentable de todo esto, más allá del hecho del gran error que representa matar un animal que formaba parte de una importante investigación sobre la dinámica de la población de leones en este país del sur de África, es que se lanzan propuestas sin argumento alguno ni conocimiento sobre lo que es el manejo de fauna silvestre en las reservas naturales.
Para poner la cacería deportiva en contexto es importante precisar que gracias al dinero que se le cobran a los cazadores es posible invertir en la conservación de la biodiversidad en refugios de la vida silvestre o en ranchos cinegéticos en países con fauna silvestre tan disímil y condiciones sociales tan contrastantes como México, Estados Unidos, España, Suráfrica y la misma Zimbabwe. Adicional a esto, en estos cotos de caza, las tasas de cacería por especie son determinadas por juiciosos cálculos sobre la dinámica de la población y la capacidad de carga del área natural. Es de anotar además, que la cacería deportiva genera importantes ingresos para las comunidades locales, que de lo contrario tendrían que salir en desbandada a ejercer una caza de subsistencia sobre las especies que hoy se conservan. Dicho en otras palabras, en la mayoría de los casos la caza deportiva es la mejor financiación (y tal vez la única) para la conservación de la fauna silvestre.
Quienes condenan el hecho y se extralimitan en sus apreciaciones, pecan por ignorantes. Desconocen que más allá del bienestar animal (que debe ser promovido en todos los casos) debe primar la conservación de la especie para que se garantice la prestación de los servicios ambientales y la preservación de un pool genético necesarios para las generaciones venideras. No se trata de defender a Palmer ni mucho menos, se trata de ser realistas frente a los desafíos de conservación de la fauna silvestre que actualmente vive el planeta.
Finkeros.com, el portal de las fincas
Meh, si la caza es tan importante que «cacen» humanos disfrazados de animales, ustedes se podrían ofrecer como los primeros voluntarios y donar todas las ganancias a la conservación de animales y a las comunidades locales. Después de todo hay 7 millardos de humanos y sólo miles de animales.