Colombia: entre el maíz gringo y el abono ruso
Colombia está jodida. Muchos lo han vaticinado. Y lo está, dentro de muchas cosas, porque el agro colombiano está jodido. Nunca ha sido objeto de interés de sus gobernantes. Más allá de promesas incumplidas, siempre ha estado en el cajón del olvido de las políticas diseñadas desde Bogotá.
Voces cándidas aseguran que Colombia es un país autosuficiente porque produce su propia comida. Pero yerran. La producción avícola, porcícola y lechera depende del dólar. ¿Pero cómo? preguntarán los incautos. Porque el maíz que se utiliza en el país para alimentar a pollos, cerdos y ganado lechero viene en barcos desde Estados Unidos. Es decir, se cotiza en dólares. Es por esta razón que cada vez que el dólar «se trepa», la canasta familiar lo secunda.
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Pero la catástrofe no para ahí. Las verdes praderas y fértiles tierras agrícolas del país, esas de las que se ufanan ganaderos sabaneros, palmeros, paperos, cañicultores y economistas «que hasta la boñiga los embiste», son abonadas en su mayoría con agroquímicos que llegan en barcos al puerto de Buenaventura desde las lejanas estepas rusas. Se pronostica una subida en los precios de estos insumos agrícolas (¡ojalá no una escasez!) como consecuencia del coletazo de la actual guerra entre Rusia y Ucrania.
Tristemente esta dependencia no se limita a estos dos productos. Es casi que una tendencia que la producción agropecuaria gravite en torno a insumos del exterior. La tan consumida cerveza no se produce con cebada colombiana, toneladas de arroz ecuatoriano siguen entrando al país y los lactosueros importados son fundamentales para la producción láctea de Colombia. Una mala borrachera, dirán algunos.
Es decir, para que el agro colombiano produzca necesita insumos importados. Así de sencillo. Y así de trágico. Catastrófico, para ser honestos. Y esto es producto de la ineficiente política agraria del país. El flamante edificio del Ministerio de Agricultura en la Avenida Jiménez de Bogotá ha sido testigo de cómo los gobiernos de turno le han empeñado la política agraria a ineptos (casi siempre del cavernario partido Conservador) que verdaderamente, luego de 50 años, no han hecho gran cosa. Quizás Murgas y el impulso que le dio al sector palmero y trágicamente Arias con su tan tristemente cacareada AIS, hayan sido lo más significativo de esa cartera.
Jamás se ha visto que a nivel nacional se emprenda una política para construir distritos de riego de manera masiva. Menos que el Estado promueva créditos blandos, transferencia de tecnología y diferenciación salarial y tributaria para los quijotes que aún se aventuran a producir comida en Colombia. Tímidamente el gobierno Santos se aproximó a una planeación agraria como la que propuso Ocampo con la Misión Rural. Pero pare de contar.
Desde Gaviria con su apertura económica hasta Duque con su…¿hizo algo el chico maravilla del uribismo por el agro colombiano?… no han hecho un severano rábano por los campesinos, los empresarios del agro, los ganaderos, los paperos, los palmeros, los cafeteros… Al contrario, lo que han hecho es perjudicarlos.
Así las cosas, el campo colombiano no tiene futuro. Urge una política agraria consecuente con la realidad nacional y ajena a intereses politiqueros y corruptos. De lo contrario, apague y vámonos.