Hacia la agricultura climáticamente inteligente
Alianzas interinstitucionales buscan implementar sistemas sostenibles de producción agropecuaria. La productividad agrícola resulta tan importante como el impacto ambiental que genera la producción de alimento.
Con el apoyo del Banco Mundial, expertos en clima del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) emprendieron esta nueva iniciativa para contribuir a abrir caminos para lograr una agricultura climáticamente inteligente (CSA, por sus siglas en inglés).
El esfuerzo conjunto responde a un desafío colosal triple: impulsar la seguridad alimentaria a través de aumentos sostenibles en la producción, mejorando al mismo tiempo la resiliencia de la agricultura frente al cambio climático y mitigando los impactos futuros mediante reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero. “La idea es ayudar a incorporar la CSA sensibilizando especialmente a los gobiernos y las instituciones financieras acerca de su importancia, e identificando puntos de partida específicos para la acción y la inversión”, afirmó Caitlin Corner-Dolloff, experta del CIAT en cambio climático y una de los líderes del proyecto.
Los primeros productos de esta alianza son siete perfiles nacionales y dos subnacionales, preparados con la participación activa de ministros de gobiernos y agencias, así como representantes del sector privado y la sociedad civil. Cada perfil establece la línea base en materia de CSA para los siguientes países o parte de ellos: Argentina, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Granada, México y Perú. “Este trabajo muestra muchos ejemplos de prácticas de agricultura climáticamente inteligente y demuestra que las organizaciones nacionales desean llevarlas a una mayor escala”, comentó Bastiaan Louman, quien lidera la investigación en cambio climático en el CATIE. “El cambio climático exige acciones inmediatas, y los perfiles indican qué se puede hacer ahora para mejorar las condiciones propicias para la CSA”. “Las prácticas de la CSA pueden beneficiar a los productores en diferentes escalas tanto en la agricultura familiar, como en la agroempresa”, agregó Claudia Bouroncle, investigadora del CATIE en cambio climático y otra de las líderes del proyecto.
El grupo completo de perfiles (disponibles en español e inglés) fue presentado esta semana ante una gran audiencia en la sede principal del Banco Mundial en Washington, D.C., Estados Unidos. Utilizando infografías atractivas para transmitir mensajes clave con solo un vistazo, cada perfil describe el contexto general de la agricultura y el cambio climático, evalúa las tecnologías y prácticas climáticamente inteligentes que ya han sido adoptadas, explica las instituciones y políticas instauradas para adelantar estas opciones, analiza oportunidades para financiarlas y presenta estudios de caso sobre iniciativas especialmente prometedoras.
Tras la presentación, Juergen Voegele, director senior del Banco Mundial para prácticas agrícolas mundiales, enfatizó el compromiso del Banco hacia los programas climáticamente inteligentes: “No se puede tener una estrategia de desarrollo agrícola que ignore el cambio climático, ni se puede avanzar hacia un mundo con cambios de hasta dos grados más de temperatura ignorando el rol de la agricultura”. El Banco Mundial necesita un enfoque sistemático para incorporar principios de la CSA en sus operaciones, que tan solo este año implicaron actividades por valor de US$4.500 millones, explicó Voegele. “Necesitamos experticia y análisis de fondo para sustentar lo que hacemos.
Estos perfiles muestran el gran poder que se obtiene al vincular la investigación con el trabajo operacional y representan una base para la interacción fundamentada y reflexiva con nuestras contrapartes”. Otros participantes también respondieron positivamente a los perfiles nacionales, recalcando su valor para iniciar conversaciones basadas en el panorama actual y para identificar puntos de partida hacia el cambio con un rango de actores, incluidos aquellos que no son especialistas en agricultura. “Este es el tipo de esfuerzo visionado por la Alianza Mundial sobre Agricultura Climáticamente Inteligente, puesta en marcha el mes pasado durante la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Clima, llevada a cabo en Nueva York”, afirmó Andy Jarvis, director del Área de Investigación del CIAT en Análisis de Políticas (DAPA, por sus siglas en inglés). CGIAR contribuye de manera importante a la alianza a través del Programa de Investigación sobre Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS, por sus siglas en inglés), liderado por el CIAT.
Si bien los perfiles nacionales sirven para sensibilizar al público, se están desarrollando otras herramientas para apoyar la implementación práctica de la CSA. Por ejemplo, investigadores de CCAFS en el CIAT y otras organizaciones están desarrollando un compendio de evidencia científica sobre los resultados, costos, beneficios y limitaciones asociadas con docenas de prácticas de la CSA. Los investigadores también están desarrollando herramientas de priorización y poniéndolas a prueba en Vietnam, Guatemala y Malí, para ayudar a que los tomadores de decisiones identifiquen las mejores prácticas. Por otro lado, existe el interés de preparar perfiles nacionales para otras regiones e incorporar la planificación de la CSA en discusiones de mayor envergadura centradas en enfoques paisajísticos y de cadenas de valor, utilizando las otras herramientas de apoyo a la toma de decisiones relacionadas con la CSA.
En los perfiles para América Latina y el Caribe, expertos del CIAT y el CATIE han capturado una sección transversal de perspectivas nacionales, que resaltan varios puntos importantes acerca de la mitigación y adaptación al cambio climático que no necesariamente son obvios desde un punto de vista privilegiado estrictamente regional.
Primero, aunque bastante grande, la amenaza no es de ningún modo uniforme; por el contrario, afecta a cada país de manera diferente. Para una nación pequeña, como la isla de Granada, el aumento en el nivel del mar y mayor incidencia de ciclones tropicales representan riesgos significativos. Por el contrario, para El Salvador, ubicado dentro del corredor árido de América Central, la amenaza consta principalmente de mayores sequías.
Segundo, por esta razón, y también porque cada país muestra fortalezas y debilidades particulares, la agricultura climáticamente inteligente no ofrece soluciones únicas que se acomoden a todas las necesidades. Por ejemplo, en México, los agroecosistemas y condiciones socioeconómicas contrastantes requieren diferentes enfoques adecuados a los distintos contextos —riego por goteo para la agricultura comercial del Estado de Sinaloa, por ejemplo, versus un fuerte énfasis en innovación liderada por los agricultores en la pequeña agricultura más orientada a la subsistencia como en el caso de Chiapas.
Tercero, cada país tiene puntos positivos de adaptación y mitigación efectivas, que proporcionan una base para desarrollar estrategias nacionales más integrales. En Argentina, por ejemplo, en donde la siembra directa se utiliza en el 80% de la tierra agrícola para mejorar la calidad del suelo, los agricultores pueden lograr que esta tecnología sea climáticamente más inteligente a través de la rotación de cultivos y el manejo de precisión de los fertilizantes. Igualmente, la agroforestería, que está bien establecida en los sectores cafeteros de Colombia y Costa Rica, puede desarrollarse más junto con los sistemas agrosilvopastoriles mediante esquemas de pagos por servicios ambientales (PES, por sus siglas en inglés). Los puntos positivos en algunos países se derivan de prácticas tradicionales de larga data, como la producción de cultivos nativos en Perú orientada a la exportación. En otros países, estos son el resultado de nuevos esfuerzos con base en la ciencia que incluyen, como es el caso de Colombia y El Salvador, sistemas integrados de apoyo a las decisiones, basados en la compilación y análisis de datos e información. Cuarto, para capitalizar ventajas individuales, cada país debe hacer más para fortalecer su planeación y capacidades para afrontar el cambio climático.
Un ejemplo excelente de eso es la alianza histórica entre el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural (MADR) de Colombia y el CIAT. Este esfuerzo, que reúne a asociaciones de productores con socios de investigación, es el primer esfuerzo integrado del país para impulsar la productividad agrícola y a su vez fortalecer la mitigación y adaptación al cambio climático. Finalmente, los países en la región tienen mucho que aprender el uno del otro —con respecto a tecnologías específicas, como la agricultura de conservación y los sistemas silvopastoriles, y también en otras áreas, incluidos los mecanismos financieros como los PES. El punto es que la sabiduría resulta menos de los esfuerzos individuales aislados y más de la acción colectiva sustentada en información provista por un amplio cúmulo de experiencia compartida.