Las pequeñas fincas son claves para la agrobiodiversidad
Un estudio concluye que más del 75 por ciento de la diversidad global de semillas para alimento reposan y son usadas continuamente por pequeños productores -agricultores que poseen menos de cinco hectáreas-, el remanente se encuentra en bancos de semilla.
Karl Zimmerer, profesor de Geografía, y varios de sus colegas en el laboratorio de GeoSyntheSES (Síntesis Geográfica para la Sostenibilidad Social y Ecológica), buscan identificar qué y dónde se está cultivando. A partir de un censo en once países de África, Asia y Latinoamérica e información obtenida con observaciones de campo, están hallando la respuesta.
«Este estudio provee información más detallada que la generada por la FAO», asegura Zimmerer. «Nuestras fuentes provienen de Ruanda, Uganda, Kenia, Etiopía, Nepal, Camboya, Tailandia, Laos, Nicaragua, Colombia y Perú. Incluyen cultivos de maís, arroz, cebada, papa y tef etíope».
Lo que evidencia este estudio es que los pequeños agricultores, de los cuales muchos son mujeres, son los que están preservando la mayor variedad de cultivos para alimento. Una variedad de cultivo es aquella que, ante todo, está localmente adaptada. Dependiendo del cultivo, los agricultores plantan entre 1 y 15 variedades.
«Para el caso del maíz, los cultivadores plantan entre 1 y 3 variedades que a su vez pueden formar nuevas variedades y producir nuevas especies híbridas», sostiene Zimmerer. «Una finca vecina puede plantar variedades diferentes y de esta forma se sostiene la diversidad». Si bien no todos los pequeños granjeros producen variedades altamente diversas, existe un número importante que intercambia semillas y conocimiento. De esta forma se genera mayor agrobiodiversidad.
Para cultivos como el de la papa se pueden encontrar entre 25 y 30 variedades en una misma parcela. En el caso del arroz, sucede lo mismo que en el del maíz, pocas variedades por parcela pero diversidad significativa entre cultivos.
Según el estudio, los sitios periurbanos y aquellos en los que la gente depende de forma importante de los espacios y las actividades urbanas (como lo son las pequeñas parcelas y fincas alrededor de las grandes ciudades), se están volviendo más importantes para conservar y usar la diversidad de cultivos en la mayoría de regiones del planeta.
«Hay millones de personas que viven en zonas rurales cercanas a las grandes urbes y que establecen pequeños cultivos en sus propiedades», afirma Zimmerer. «Estos son espacios híbridos en términos sociales y agrícolas, con influencias de la modernidad urbana, pero donde la gente habla lenguas tradicionales y mantiene costumbre ancestrales. En Perú se puede observar parte de este ensamblaje, los pequeños cultivadores tienen un mercado en la red de restaurantes urbanos que buscan variedad de comida tradicional como el maíz y la quinua».
Por otro lado, existen las parcelas ubicadas en zonas marginales y áreas rurales alejadas de las ciudades. Estas regiones por lo general se caracterizan por tener una disminución en su población, de tal forma que no existe la mano de obra suficiente que ayude a mantener el recambio necesario para garantizar la agrobiodiversidad.
En este gradiente geográfico, entre la zonas periurbanas y marginales, existe una amplia gama de ecosistemas donde los pequeños granjeros cultivan y conservan la agrobiodiversidad. «Estamos generando diferentes modelos para poder describir la relación existente entre zonas de alta agrobiodiversidad, área de cultivo y factores como variación climática. Esto nos dará respuestas sobre el uso de esa agrobiodiversidad y factores ambientales», concluye Zimmerer.
Este estudio se viene realizando en conjunto con investigadores de universidades de Perú y Bolivia, la Universidad de Paris y pequeños cultivadores de todo el mundo.
«Sorprende que estas pequeñas parcelas estén presentes en Estados Unidos y algunos países europeos. Es más, ahora existe un mayor número de pequeños cultivadores que en años anteriores», puntualiza Zimmerer.