Subsidios o la manera de esconder malas políticas
Cuando en el ambiente agropecuario se empieza a hablar de subsidios es porque en síntesis existe un problema de desequilibrio. Esto se da porque seguramente los costos de producción exceden los ingresos de la producción, o porque las condiciones pactadas comercialmente crean un contrapeso desfavorable en la balanza de la equidad. Es entonces cuando productores, actores gremiales, entusiastas locales y políticos oportunistas alzan su voz clamando al gobierno para que subsidien su producción. No se entiende quién ni cuándo aseguró que todos los problemas del agro se solucionaban con subsidios, que a la larga salen del bolsillo de todos los contribuyentes.
Bien es sabido que la política de subsidiar a la producción agropecuaria sólo funciona para las economías más fuertes del mundo, que tienen un excedente fiscal que les permite beneficiar a sus productores, a la vez que en paralelo invierten en ciencia y tecnología para desarrollar innovación dentro de las producciones y garantizar una alta competitividad en el mercado global. No es un secreto tampoco, que en realidad la fijación de una política de subsidios por las grandes economías nunca tiene en cuenta lo pactado ante la Organización Mundial de Comercio. Seamos sensatos lo importante para los gobernantes de turno es mantener su popularidad, obtener réditos internos y garantizar eventuales reelecciones.
Es por esto que, países que han tenido profundas crisis agropecuarias, como Nueva Zelanda, decidieron no inclinarse por una política de subsidios y en cambio invirtieron en ciencia y tecnología para hacer sus producciones agropecuarias más eficientes. El camino puede ser más largo, pero el resultado es incontrovertible: este país oceánico forma parte hoy en día de la élite agropecuaria del mundo.
Dentro de esta discusión es importante vincular la importancia de la eficiencia de una producción; si un sector de la economía agraria no es eficiente, ¿tiene sentido subsidiarla? Ante la ineficiencia la respuesta es clara: investigación, ciencia, tecnología, inversión en infraestructura, estudio de mercados, control de costos de producción… Subsidiar ineficiencias no es más que prolongar la agonía y desperdiciar dinero.
Por otra parte, resulta bastante ilógico plantear subsidios cuando previamente se han negociado malas condiciones comerciales a nivel global. Antes que abrir mercados para saber quién es el que manda en el vecindario, es preciso promover a nivel local la consolidación de fincas sostenibles, generación doméstica de alimentos y materias primas, promover el arraigo de los productores en el campo, garantizar ingresos remuneradores, aprovechar al máximo el espacio de protección al campo; es únicamente después de la toma de estas acciones y de la consolidación de políticas agrarias acordes con la realidad del campo, cuando se debe pensar en negociar condiciones comerciales dentro de un mercado globalizado.
Dictum: subsidiar el agro es subsidiar la falta de inversión en infraestructura, la ausencia de investigación aplicada y la corrupción gremial y estatal.