Turismo rural: Definiciones
Uno de los factores que definen al turismo rural o agroturismo, es el ámbito en el que desarrollan las actividades los turistas. Es, por supuesto, el rural. Se define el ámbito rural en su concepción amplia, territorial y multisectorial, que comprende gran variedad de actividades: agropecuarias, forestales, pesqueras, agroindustriales y agroalimentarias, así como también en las áreas de educación y salud, mejoramiento infraestructural, transportes, actividades financieras, minería, energía, agroturismo y otras. En una realidad donde se puedan desarrollar las actividades de servicios, las actividades del sector artesanal y de la mediana industria, la agricultura puede jugar, su concreto y positivo papel. La “empresa agrícola” se trasforma así en “empresa rural”.
Las tradiciones y de las raíces rurales constituyen actualmente nuevos bienes inmateriales que pueden ser objetos de agronegocios de interés para el turismo. El proceso de desarrollo rural futuro, no tiene más alternativa que la de basarse sobre las capacidades auténticas de los emprendedores locales del territorio con todos sus agentes económicos y no sólo con los agricultores.
Existen numerosos ejemplos de inversiones públicas, programas de incentivos tributarios-financieros, entrega de terrenos, etc., que con la finalidad de canalizar inversión extranjera y nacional hacia zonas rurales han logrado un poderoso impulso del empleo en favor de los más pobres. Es el caso de los desarrollos turísticos en el Pacífico Central y Sur de México y de los programas de ecoturismo de Costa Rica, así como algunas iniciativas en el Eje Cafetero en Colombia, entre otros.
El turismo rural, vinculado a lagos, ríos, reservas y parques (ecoturismo), es una valiosa opción de protección de recursos y creación de empleos, susceptible de generar otras externalidades positivas, como nichos de mercado para la producción campesina. Además de los recursos naturales es importante destacar el creciente rol que adquiere la cultura. Frente a la globalización la singularidad cultural que atesoran varios pueblos, mantenida al amparo de un largo aislamiento, tiende a adquirir valor de mercado una vez incorporada en un producto turístico.
El paradigma que se plantea, supone nuevos roles políticos, que se visualizan fácilmente en el área de la autoridad agrícola, que debe atender un ámbito más amplio que incorpora otros agentes además de los agricultores, pero también para los departamentos de turismo, del trabajo, de la educación y varios más. Como el turismo rural es una actividad relativamente nueva y sobre la que en general las autoridades agrícolas tienen un conocimiento muy restringido es necesario argumentar fuertemente desde esta perspectiva para generar respuestas positivas a la demanda de políticas activas en la materia.
Si quienes tienen competencias en materia de desarrollo y empleo en las zonas rurales, no atienden el tema, se corre el riesgo que la temática se aborde sólo desde una perspectiva de diversificación de la oferta turística, sin importar demasiado quienes se apropian de los beneficios que genere la actividad, y lo que es peor aún, que los locales paguen el costo del desarrollo y los inversores foráneos –citadinos- tomen los beneficios. Aquí es precisamente donde los finkeros deben apropiarse del tema, a partir de la pertenencia que tiene por la tierra, pueden aprovechar esos recursos implícitos para desarrollar proyectos a manera individual o comunitaria que supongan un valor agregado para sus actividades actuales.
Fuente: Barrera, 2006. Un agronegocio para el desarrollo de los territorios rurales.