Nutrición de rumiantes: melaza
La inclusión de melaza en las dietas para los rumiantes incrementa el consumo de ingesta debido a una sustancial mejora de la palatabilidad. Este efecto es aún más notorio cuando la melaza se le ofrece a rumiantes que pastorean -como bovinos, búfalos, ovejas y cabras- incluso alimentados con pasto de mala calidad.
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La melaza tiene un efecto estimulante sobre la actividad digestiva de la microbiota ruminal, mejorando el consumo y la digestibilidad. En particular, en referencia a la nutrición de rumiantes, la proporción de la melaza en la ración diaria debe ser balanceada para lograr esa optimización en la fermentación ruminal, mejora en la actividad microbiana, mayor síntesis protéica y menor presencia de amoníaco en el líquido ruminal. Esto a su vez se refleja en una menor concentración de urea en sangre y leche. Adicionalmente, gracias a una mayor fijación de nitrógeno ruminal, se reduce la pérdida de nitrógeno a través de heces y orina, lo cual supone beneficios ambientales.
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Según expertos en nutrición de rumiantes, la mejor forma para promover la síntesis de microorganismos en el rumen es ofrecer cantidades adecuadas de melaza. Además, varios estudios han reportado mejoras en la concentración de butirato ruminal cuando se ofrece melaza como reemplazo parcial de granos en la ración diaria.
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En cuanto a las dietas para ganado de leche, la concentración de azúcares -representados por la melaza- puede incrementar la producción y promover una absorción de energía más eficiente a través de las papilas ruminales, mayor estabilidad ácido-base generada por la concentración de butirato ruminal, ya que los azúcares estimulan el crecimiento de Butyrivibrio fibrisolvens -bacteria que produce el butirato en el rumen-.
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En definitiva, las ventajas del suministro de melaza en ganado de carne y de leche son las siguientes: a) bajo los costos de alimentación y es de fácil almacenamiento, b) permite enriquecer dietas que contengan nitrógeno no protéico, c) permite que se adicionen otros bioproductos, d) reduce la presentación de patologías en pezuñas y problemas de fertilidad gracias al aporte de biotina, e) reduce el riesgo de micotoxicosis, y f) reduce el contenido de urea en leche y puede incrementar la producción de proteína (particularmente en lo referente a la caseína).
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Específicamente en lo relacionado con el ganado de carne, la melaza genera los beneficios que se describen a continuación: a) hace más atractivas las raciones, especialmente durante el periodo de adaptación de los animales, b) favorece el desempeño productivo expresado en ganancia de peso y tasa de conversión alimenticia y c) promueve una carne de mejor calidad (color, marmoreo y textura).
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Finalmente, en relación con el periodo de lactancia, particularmente durante las primeras semanas, la melaza reduce la posibilidad de que se presente cetosis gracias a que al incrementar la palatabilidad y favorecer la digestibilidad, garantiza el aporte nutricional necesario para que no se genere una descompensación durante este periodo de alto gasto metabólico. De tal forma, que para el caso del ganado de leche en particular, la melaza: a) incrementa la disponibilidad de energía neta y proteína digestible, b) incrementa el consumo de materia seca, producción de leche, curva de lactancia y concentración de grasas en la leche, c) mejora la digestión de fibra y la eficiencia nutricional, d) reduce el riesgo de acidosis subclínica y de subacidosis ruminal, y el consecuente daño de la mucosa ruminal, e) estimula el sistema inmune, y f) reduce la pérdida de peso corporal durante la lactancia y disminuye la incidencia de cetosis.
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En todo caso, y a pesar de las evidencias que supone la inclusión de melaza en la ración diaria del ganado bovino, los expertos sugieren que la proporción de melaza en la dieta no exceda más del 10% (6,75% en materia seca). En la práctica, no se debe exceder 1 kg/cabeza/día en ganado de carne y 0.5, 1 y 1,5 kg/cabeza/día en novillas y vacas secas y lactando, respectivamente.