Los desafíos del consumo de carne en la actualidad, reflejados principalmente en el calentamiento global, hacen que la humanidad empiece a repensar su sistema productivo.
La conciencia de los consumidores sobre los impactos ambientales de la producción ganadera ha estado creciendo en las dos últimas décadas. Si bien la demanda global de carne se cree puede incrementarse anualmente alrededor de un 1,3% para 2050, es una tasa de crecimiento menor que la observada en décadas pasadas, quizás causada por un menor crecimiento poblacional y un ligero incremento en el consumo per cápita de carne en el hemisferio norte.
Se estima que las emisiones de gas causantes del efecto invernadero (GEI) por parte de la ganadería representa el 14,5% de todas las emisiones antrópicas (tan solo la producción de bovinos aporte 3 Gt CO2). Es por esto que las investigaciones alrededor de este fenómeno se han enfocado en mitigar los impactos del cambio climático, enfatizando en que el consumo de dietas basadas en plantas reducirá las emisiones de GEI. Lo anterior ha sido señalado por el Panel Internacional para el Cambio Climático y soportado por diferentes grupos de investigadores a nivel mundial.
No en vano el vegetarianismo y el veganismo está al alza en países desarrollados. Esto no solo se expresa en un patrón de consumo sino en campañas que promueven evitar el consumo de productos de origen animal. Y es precisamente, la carne de res el blanco al que disparan todos los colectivos cuyo objetivo, bien sea por razones ambientales o de bienestar animal, prohibir a largo plazo la producción bovina para consumo humano a nivel mundial. En este sentido, diferentes guías nutricionales basadas en meta análisis epidemiológicos han evidenciado que probablemente un mayor consumo de carne de res favorecería la presentación de carne colorectal y muerte prematura en seres humanos.
Si bien muchos grupos apuntan a que las dietas basadas en plantas ayudan a combatir las consecuencias ambientales de la producción industrial de carne, la carne orgánica y la carne derivada de ganaderías alimentadas a base de pasto perecieran ser una alternativa más realista a la problemática que afecta al planeta entero.
Pero curiosamente, el consumo de carne orgánica ha disminuido en los últimos años. Por ejemplo, en Estados Unidos, el consumo de carne orgánica decreció durante el periodo comprendido entre 2014 y 2019. Esto puede obedecer a que la carne orgánica es más costosa y las economías no están tan robustas para promover un consumo más responsable. De igual forma resulta paradójico que las emisiones de GEI son iguales sean de ganaderías tradicional u orgánicas, así lo concluye un artículo reciente publicado en la revista científica Nature. Lo cual se traduce en que para eliminar el origen de eso GEI es preciso virar a una dieta estrictamente derivada de plantas.
A pesar de la evidencia científica, a nivel mundial el consumo de productos de origen animal continuará siendo una alternativa como fuente de proteína.
Fuente: Davis, H.; Magistrali, A.; Butler, G.; Stergiadis, S. Nutritional Benefits from Fatty Acids in Organic and Grass-Fed Beef. Foods 2022, 11, 646. https://doi.org/10.3390/foods11050646